martes, mayo 03, 2005

Carreras y vida

36 años pueden ser una buena cifra de acontecimientos, unos más otros menos han hecho de mi una persona llena de historias, de ellas hoy concibo en general las que me han forjado el espíritu y el alma, pero por sobre todo estoy comprendiendo que cada situación en si e suna vivencia que debe ser valorada. Como pensar en las cosas bellas y simples que me provocó estar este domingo en el Club Hípico de Santiago, junto a mis hijos fuimos descubriendo el mundo que mi abuelo me entregó, de alguna forma estaba haciendo lo mismo que hace unos treinta años había hecho él conmigo, los niños disfrutaron tanto más la Troya con el desfile de caballos, el ir y venir de la gente, el murmullo del dato (clásica coincidencia de azar y suerte que eleva a algunos como héroes y a otros como villanos), pero por sobre todo el sonido de la trompeta al anunciar que la carrera esta por partir, vi en los pequeños ojos de mis niños la ansiedad de lo desconocido, pero de igual forma me vi yo esperando con las manos apretadas el paso raudo del tropel de caballos, batallando con la meta y haciendo que el pasto fuera un simple reflejo de las patas al saltar. Este domingo descubrí junto a ellos que mis historias no les son ajenas, y mejor que eso descubrí que aún sintiendo el alma apretada y adolorida puedo transmitir alegría a la gente... los mundos se descubren en cada rincón, y entre los ojos infantiles la magia se hace ante un simple chasquido de fusta...
Un 3 de mayo de 2005 (con nubes y agua)